Hoy que llegué al fin del año 2021, antes que nada, debo
agradecer por haber tenido la oportunidad para ser mejor que el año pasado.
Si bien se trata de un motivo para estar feliz, también lo
es para reflexionar sobre lo logrado en estos 12 meses; no para ver cuántos
bienes materiales acumulé, sino para ver en qué he sido útil para mi familia y
para la sociedad en la que me desenvuelvo.
Y para conocer qué he hecho hacia afuera, primero tengo que
mirar hacia adentro: si le he bajado al egoísmo, a la envidia, a la pereza; si
he mejorado en la honestidad y la honradez; si he sido empático y solidario con
los demás; si he aprendido a trabajar en equipo, y sobre todo si deseo lo bueno
para los demás antes que para mí.
Si no he logrado riqueza interna, si no tuve un mínimo de
despertar espiritual, entonces no me sirve de nada un eventual éxito material,
entonces caminé sin avanzar; me subí a la Montaña Rusa de la vida con los ojos
cerrados porque no quise ver el sufrimiento de los demás y la posibilidad de
que yo podría contribuir para aminorar su dolor.
No quiero que al bajarme de la Montaña Rusa de la vida
regrese a ver hacia atrás y me pregunte: ¿Y si hubiera abierto los ojos?
Feliz Año 2022 para todos; les deseo que tengan la
suficiente buena voluntad para lograr propósitos lícitos, que no sólo traigan
felicidad propia, sino para quienes le rodean.
Es tiempo de saber que cuando experimentamos un despertar espiritual nos damos cuenta que somos más felices cuando damos, que cuando recibimos; que somos felices cuando los demás lo son; que nuestros éxitos tienen que ver con los éxitos de los demás, y no a costa de los demás.
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